El Doctor A. Altisench habla del IV Curso Nacional de Medicina Deportiva, del que es miembro de la C

23 Ago, 1961

Este es un artículo extraido del Diario El Mundo Deportivo, del miércoles 23 de agosto de 1961. En él, aunque principalmente se habla de la importancia de la formación en Medicina deportiva, también se destaca la importancia de formar a los practicantes en esta linea.

 

El IV Curso Nacional de Medicina Deportiva prosigue sus tareas. Hasta el último día del mes de la fecha no será puesta la rúbrica al certamen, en el que estan enfrascados profesores y cursillistas con tanto entusiasmo como eficiencia. Uno de los doctores que forman parte de su Comisión de .Eseñanza es don Antonio Altisench Puigmarti, quien no necesita de preámbulos de presentación, por cuanto es bien conocido de los medios médico-deportlvos por su prestigio y bien ganada fama. A él hemos acudido para ampliar esos detalles siemrre interesantes que flotan tan en el ambiente del curso en cuestión, que como bien saben nuestros lectores organiza la Delegación Nacional de Dportés, a través de la Federación réispanola de Medicina Deportiva. que encabeza el eminente catedrático doctor Fernández Cabeza.
—Doctor Altisench, ¿qué categoría concede usted a este IV curso Nacional de Medicina Dapostiva?
—-Es indudablemente el de más categoría clentifica, y supera abierlamente a bos anteriores. como lógica consecuencia de la experien
cia ofrecida por los tres que le han precedido.
—Cree usted que en un mes puede enseñarse medicina deportiva?
—Desde luego, ello no es posible. Lo que se pretende con estos cursos es la unificación de criteríos, la exposición de ideas. A eso
tienden las conferencias, lecciones y symposiums. Para enseñar medicina deportiva habría que hacer cursos ‘de por lo menos dos años.
—¿Son enjundiosos estos Cursos? ¡En treinta días habrá que forzar mucho la marcha!
—Su contenido puedo asegurarle es rico e intenso. Las mañanas se dedican a lecciones teóricas y conferencias previstas, aparte las prácticas y symposiums que se llevan a cabo por las tardes en los centros de medicina deportiva de Barcelona. Se ha procurado aligerar el horario, lo que ha »ido factible merced a la experiencia de los anteriores, tal como ya le he dieh0 antes.
—Eran pesados los ya celebrados?
—Los horarios y dedicación a las prácticas eran más densos, habiéndose tendido en él presente a lo que podriamos llamar agilización
de horarios y materias, en beneficio de todos y teniendo en cuenta la estación canicular.
—¿A qué atribuye la presencia de médicos alumnos extranjeros? ¿Qué ha movido su Interés?
—A la fama alcanzada por estos certámenes en muchísimos países, y como sea que en España se encuentra un gran porcentaje de médicos extranjeros que realizan cursos de especialízación, estos de medicina deportiva encajan perfectamente en el plan de ampliación de estudios dada la suma importancia adquirida por esta joven rama de la inedicina deportiva.
—--iNo pueden producirse roces, o algo peor, entre entrenadores y médicos, con relación el atleta? A veces, el antrenador,..
—En absoluto; no hay intromisón alguna de funciones específicas de cada cual, sino íntima colaboración para el mejor control,
aprovechamiento y rendimiento del alela. El médico es un asesor, un elemento de consulta en el aspecto físico del deportista, y el entrenador es el técnico en la materia. La labor coniunta dstermina un auténtico benficio para el atleta.
—No podrían ampliarse estos cursos, o efectuar unos similares, para practicantes y masajistas dedicados al deporte?
—Es idea de la Federación Española de Medicina Deportiva el que estos cursos también se efectúen en Barcelona con dedicación especial a los ayudantes técnicos sanitanios deportivos, organizándose asimismo conferencias y prácticas para un más profundo conocimiento de la materia, como ocurre, por ejemplo, con el médico.
—Usted, que había sido jugador de rugby, ¿qué cree que hubiera ganado con estas ventajas que se ofrecen hoy a los deportistas con la aportación del médico especializado?
—Particularmente le diré que, como estudiante que a la sazón yo era de medicina, en verdad que no sentí con urgencia esta inquietud, pero puedo asegurarle que se han malogrado muchos esfuerzos que, convenientemente encarrilados, lo mismo en mi especialidad
que en las restantes, hubieran redundado en mayores frutos para el deporte español. Eso es evidente.
—¿Es, por lo tanto, indispensable la aportación médica al deporte, por parte del especialista?
—Esta que bien podemos llamar educación médica deportiva, debe ser aceptada por los atletas sin temor alguno. No ha de resistirse al consejo del médico. En el extranjero, Ja medicina deportiva está avanzadísima, pues antes de cualquier prueba, y aun en su transcurso, y por descontado al final, el control del facultativo es riguroso hasta la exageración. Sólo así pueden comprenderse esas extraordinarias marcas que se baten continuamente, como, por ejemplo, la del halterófilo ruso Vlasov, en la modalidad «dos tiempos», al levantar 206 kilogramos recienteménte en Londres, o las de atletismo, e incluso las de gimnasia, como se ha demostrado en Luxemburgo, en que muchos especialistas estaban en manos -del médico antes de los ejercicios, y bien recientemente, ese
portentoso record de natación a cargo del norteamericano Clark, que ha bajado a 54»4 el tiempo de los 100 m. libre. etc. Sólo con la
aportación del médico especializado pueden llegar a esas «performances», que en modo alguno pueden ni deben confundírse con ese drogado que todos hemos de condenar.
Y aquí acabó el doctor don Antonio Altisench su amena conversación, en la que el lector habrá podido encontrar plena justificación al reportaje con este miembro de la Comisión de Enseñanza del IV Curso Nacional de Medicina Deportiva, que se celebra en nuestra ciudad.